En física clásica una partícula está bien localizada: su velocidad y posición pueden darse simultáneamente con precisión arbitraria. La cuántica, en cambio, asocia a cada partícula material una función de onda: la onda de materia según la conjetura de de Broglie. Como vimos, este es un cambio verdaderamente importante, ya que las ondas se extienden en todo el espacio, y en general no pueden pensarse como algo localizado. A lo sumo podemos esperar que una función de onda tenga amplitud grande cerca de donde pasaría la trayectoria de la correspondiente partícula clásica, y se anule lejos de esa región.
Una función así localizada es un “paquete de ondas”: grupo de ondas con frecuencias levemente diferentes, y fases y amplitudes tales que interfieren constructivamente en una región reducida del espacio y destructivamente fuera de ella. Esta composición de ondas resulta razonable en virtud del principio de superposición que aceptamos a partir de los experimentos de difracción o el de la doble rendija. Para superponer muchas ondas planas recurrimos naturalmente a las transformadas de Fourier, que nos depararon tan gratas emociones en un tiempo que añoramos. Por ejemplo, en una dimensión
donde la amplitud del paquete de ondas
|
Entonces, así como
representa la densidad de probabilidad de hallar a la partícula en la posición
al tiempo
,
es la probabilidad de tener un vector de onda en el intervalo [
,
+d
]. Además, es fácil demostrar (teorema de Parseval) que la densidad de probabilidad
está adecuadamente normalizada:
Usando la relación de de Broglie
,
, y redefiniendo
de modo que
también sea una densidad de probabilidad normalizada para la variable
, podemos escribir
Un ejemplo que ayuda a interpretar el significado de las funciones de ondas es el paquete de ondas gaussiano
donde
A partir de estas densidades de probabilidad es posible calcular los valores medios para las variables mediante el procedimiento habitual