Desde niña, Marta Urciuolo se apasionó por las matemáticas. Se declara fanática de FAMAF. Cuando le tocó el momento de elegir, rompió con la tradición disciplinar. Sin embargo, hoy siente que en algún sentido se quedó a mitad de camino. Y cree que aún hay cosas por cambiar.
Marta, contame de tus orígenes ¿Sos de Córdoba?
Sí, soy de Córdoba. Empecé a estudiar en la FAMAF durante el año 1971 la licenciatura en matemática. En ese entonces todavía estábamos ahí, en el edificio de Agronomía. Me recibí en el ‘76. Ya desde el ‘74, en que comencé como ayudante alumna, nunca más dejé la carrera docente. Hice toda la escalerita: JTP, Adjunta, Titular...
¿Cómo nació esa vocación por las matemáticas?
Mi abuelo era ingeniero y le gustaba mucho las matemáticas. Siempre me hacía hacer ejercicios. Y mi papá también era ingeniero. Desde chica me inculcaron que era buena para las matemáticas. Quizás no era tan cierto, ¡pero yo me la creí! (ríe).
Y bueno, la verdad es que me fue bien en la carrera, y siempre me gustó mucho. Después puede trabajar en lo que gustaba. Me siento una privilegiada, en ese sentido.
¿En tu familia eran todos profesionales?
Mi abuelo y mi papá sí, como te dije. Mi mamá, no. Ella había hecho una carrera terciaria. Mis dos hermanas sí, una arquitecta y otra ingeniera.
Muchos ingenieros…
Si, tal cual.
¿A qué colegio fuiste?
Al 25 de mayo
Y te tocó cursar la facultad en la primera mitad de los ‘70...
Si, si, tiempos convulsionados. Cuando me recibí ya estábamos en la dictadura militar. La colación fue un acto privado. Un vice-comodoro me entregó el título en el Decanato, no podía haber más de dos personas reunidas...
¿Qué otros recuerdos tenés de esa época?
Eran tiempos muy, muy convulsionados. ¿Qué te puedo decir de esa época? Estábamos todos juntos en un aula grande, tomábamos mate todo el día, jugábamos al truco. Para nosotros era una etapa hermosa, por un lado, pero muy convulsionada, por el otro. Había mucha efervescencia política y yo me sumaba a eso. No era de las más militantes, pero sentía ese impulso de participar, vivía. Después, la noche, la dictadura militar.
Cuando llegó "la noche" ya estabas en la carrera docente
Me recibí justo en el ‘76. Estaba en quinto año de la Facu cuando fue el golpe de marzo del ‘76 y comenzó el gobierno militar de facto. Y si, empecé a trabajar justo entonces. Recuerdo haber comenzado un curso de posgrado con una docente que vino desde Buenos Aires; era española y éramos poquitos alumnos, apenas cuatro o cinco. Teníamos atrás a un militar uniformado y con … ¡una ametralladora en la clase! No se podía ni respirar, estábamos vigilados todo el tiempo. Todos los días te revisaban la cartera, te pedían los documentos. Los que vivimos esa época recordamos eso. Y esas cosas siempre dejan marcas. Al día de hoy me sigo desesperando si salgo sin los documentos. Pero claro, detrás de eso había tragedias mucho más graves...
Después te especializaste en Análisis Armónico…
Si, si, ¡que no era un área fuerte de la matemática que se hacía en Córdoba! En esa época era difícil hacer el doctorado en Córdoba. Los doctorados eran bastante novedosos. Podemos decir que los doctores recién llegaban a la Facultad. Eran muy jóvenes. Entonces, muchos fueron a Santa Fe, o a Buenos Aires, como yo, y muchos iban a Estados Unidos, si tenían la chance, para realizar sus doctorados. Yo ya estaba casada, tenía una hija, así que no me podía ir fácilmente de acá.
Cuando decís que "recién llegaban a la Facultad", ¿te referís a egresados de la FAMAF (IMAF por ese entonces) que volvían con doctorados hechos en otros lados?
Claro. Fue una gran camada, principalmente a instancias de Maiztegui, que iban a doctorase a Estados Unidos. Estaban cuatro o cinco años allá y volvían doctorados. Pero volvían con 34, 35 años; eran gente muy joven todavía. Y después del golpe militar, ni reglamento teníamos para hacer el doctorado en la Facultad. ¡Hubo que hacer todo desde cero! Bueno, entonces buscábamos alternativas como Buenos Aires, ahí estaba Calderón. Estudié con él, fui tocada por la varita mágica, te diría que tenía un halo por haber estudiado con él. Insisto: no porque sea tan buena, sino porque, bueno, me tocaron cosas buenas en la vida, en medio de circunstancias difíciles.
Contanos sobre Alberto Calderón...
Como te decía, estudié con Calderón, y fue un enorme privilegio. Hice un curso de posgrado con un profesor Roberto Macías, que había sido alumno de la Facultad, pero para ese entonces estaba en Santa Fe. Fue él quien me contactó con Calderón, para que me dirigiera. Siempre le estuve muy agradecida por ese favor. Estudiar con Calderón fue un enorme honor. Y no lo digo porque la haya pasado tan bien con él...pero hoy creo que fue un gran honor.
Alberto Pedro Calderón (1920–1998), nacido en Mendoza, fue un matemático argentino de relevancia mundial, considerado uno de los más destacados del siglo XX. Junto a su mentor Antoni Zygmund, fundó la influyente Escuela de Análisis Matemático de Chicago, cuyo trabajo revolucionó el análisis puro y tuvo profundas aplicaciones en áreas como la geofísica, la tomografía y el procesamiento de señales. Su obra abarcó desde integrales singulares hasta problemas inversos en prospección eléctrica, dejando una huella indeleble tanto en la matemática teórica como en su aplicación científica.
Ocurre que Calderón fue uno de los referentes mundiales en Análisis Armónico. Hay unos famosos operadores que se llaman Calderón-Zygmund, llevan su nombre. Con eso te digo todo. Él se había doctorado en Chicago. Y solía estar seis meses al año en Chicago, y los otros seis meses en Buenos Aires. En general estaba en Chicago, pero como tenía la mujer enferma en Buenos Aires, entonces venía. Justo me tocó esa época, en la que yo hacía el doctorado, entonces pude visitarlo.
En lo personal, ¿él, era difícil?
Me costó mucho romper el hielo, era un señor muy durito (hace gesto de rigidez), con gran fama mundial. Digamos que no tenía un trato muy cálido.
Y si bien digo, y lo repito, que fue un honor, había que ponerle garra. Si lo veo retrospectivamente, quizás te diría que no me dejó tanto como muchos creen. O que no aprendí tanto con él, porque en general estaba muy lejos. Sí aprendí a insistir con los problemas. Insistir, insistir hasta que me salió. Ojo, también estoy agradecida, como corresponde.
Contanos un poco qué es el Análisis Armónico...
Esencialmente, es un área que tiene las más grandes aplicaciones en la Física. Trata básicamente problemas oscilatorios, cuestiones relacionadas con ondas, por ejemplo. Las ecuaciones diferenciales que se presentan en la Física se resuelven muchas veces con técnicas de Análisis Armónico, desarrollando una función en Series de Fourier, por ejemplo, para buscar soluciones. Soluciones muy aproximadas, tan aproximadas como uno quiera, para las ecuaciones diferenciales de la Física. Esa es una de las principales aplicaciones que tiene.
¿Cómo llegaste a esa área?
Digamos que yo, en esa época, estaba muy influenciada por la política. En la Facultad se investigaba mucho lo que se llama Grupos de Lie, que es una rama súper teórica de la Matemática. Y a mí me parecía, sin juzgar por supuesto el trabajo de los otros, que tenía que buscar cosas aplicables a la vida real. Y me quedé a mitad de camino, porque ésto tampoco es matemática aplicada ¡Es tan dura como la otra! (risas). Creo que un poco fue eso. Por otro lado, la oportunidad de Macías que vino a dar su curso de posgrado en estos temas, y que me gustaron mucho. Y como frutilla de la torta, la oportunidad que se presentó de que me dirija Calderón. Allí te diría ya, que tenía pocas opciones. O hacía lo que se hacía en Córdoba, y lo que se hacía en Córdoba nunca me gustó mucho… o me iba al Análisis Armónico. Y allá fui.
Por otro lado, por mis circunstancias personales, no podía hacer el típico caminito de recibirme de Licenciada, aplicar a una beca e irme a Estados Unidos. Ni hablar de que eran épocas políticamente difíciles. Como te dije, cuando me recibí ya estábamos en dictadura.
Cuando volvió la democracia fue todo un trabajo enorme. En el Consejo Consultivo fue toda una tarea de rehacer reglamentos, reordenar todo. Todo un desafío, pero lindo. Volver a construir después de la tierra arrasada. Arduo, pero esperanzador al mismo tiempo.
¿Y puntualmente, cuál fue tu tema de doctorado dentro del campo?
Integrales singulares sobre superficies rectificables. ¡Fuaaa! No te dice mucho (risas).
También estuviste en contacto con un matemático italiano, Ricci
¡Sí! Fulvio Ricci. Después de haber hecho la tesis con Calderón vino una compañera de la Facultad, que había hecho contacto con Fulvio a través de Ronnie Kaplan. Kaplan era otro profesor de la Facultad. Vino él, Fulvio, a un congreso acá en Córdoba. Esa es otra de las grandes cosas de una Facultad como FAMAF, que te permite entrar en un circuito internacional de alto nivel. ¡Fulvio trabajaba en este tipo de temas y bueno, la verdad que era un capo! Muy bueno como docente, además, y nos entusiasmó para que fuéramos a Italia. A partir de ahí fuimos cuatro, o cinco veces, haciendo estancias de un mes, más o menos, con él. La mayoría de los trabajos que tengo son sugeridos por él. Fue importantísimo para mí. Más que Calderón.
El Dr. Fulvio Ricci es un destacado matemático italiano, especializado en análisis armónico y ecuaciones diferenciales en grupos de Lie. Se graduó en la Universidad de Pisa y obtuvo su doctorado en la Universidad de Maryland en 1977. Fue profesor en el Politécnico de Turín y desde el año 2000 se desempeña en la prestigiosa Scuola Normale Superiore de Pisa. Ha sido investigador visitante en instituciones de renombre internacional, incluyendo Princeton, Berkeley, y la Universidad Nacional de Córdoba.
Autor de publicaciones en revistas de primer nivel, Ricci es miembro de la Academia delle Scienze di Torino y de la histórica Academia dei Lincei. En reconocimiento a su colaboración con la Facultad de Matemática, Astronomía y Física, fue distinguido como Doctor Honoris Causa por la UNC en 2006.
Cuando terminaste tu doctorado eras la única que trabajaba en el tema. ¿Qué hiciste?
Otra gente, compañeros míos, también comenzó a trabajar en estos temas. Fui un poco pionera en esa línea. Más Silvina Riveros que trabajó con Macías en Santa Fe. Élida Ferreyra trabajó con otra profesora también en Santa Fe; Sofía Paczka con Lami Doso, el hermano del Brigadier, en Buenos Aires. Y así se formó un grupo que se llama Ecuaciones Diferenciales y Análisis, en el cual trabajamos estos temas. Traíamos profesores visitantes, armamos congresos, se generó toda una nueva línea de trabajo, que se fue fortaleciendo.
¿En qué año se creó ese grupo?
Yo me doctoré en el ‘85, la otra gente más o menos en la misma época. Desde entonces.
Apenas después del regreso de la democracia y el trabajo en la gestión para reorganizar todo...[3]
Sí, así es. Y no te olvides que a partir de diciembre de 1983 el viejo IMAF, en el cual nos formamos, obtuvo el estatus de Facultad. Pasamos a ser Facultad de Matemática, Astronomía y Física (todavía no de computación). Una suerte de mayoría de edad dentro de la Universidad, pero que a su vez trae muchas obligaciones. Estuve varios años como Secretaria General, después dos años como Vicedecana, y muchas veces en el Consejo Directivo.
Y cómo manejabas todo eso...
Y más la casa, más los hijos (risas). En esa época estábamos muchas horas en la Facultad. Ahora, no se si por la pandemia, el home office, la computadora, la gente no va tanto. Pero antes vivíamos ahí. Yo llegaba a las nueve de la mañana y estaba hasta las seis de la tarde. Sí o sí tenía que tener quien me cuidara los chicos. Tenía que tener la vida doméstica solucionada. ¡El trabajo era a full!
Por eso, entre muchos otros motivos, me duele que ahora se ataque la Universidad Pública, que es excelente. Y siendo tan excelentes, no yo, sino todos mis colegas. ¡He conocido gente tan buena, pero tan buena! No puedo entender lo que pasa ahora.
¿Y cómo repartías tu energia entre la gestión, la docencia y la investigación?
Tenía días. Siempre trabajé con alguien, trabajé muy poco sola. Si era martes, por ejemplo, día de reunión de Consejo Directivo, bueno tenía Consejo y esa era la prioridad. Eran muchas horas las que estaba, alcanzaban para muchas cosas. Cuando fui Vicedecana, eso no me llevaba tanto tiempo tampoco. ¡Casi todo lo hacía el Decano! (risas). Vos estás ahí, vas a la reunión de Consejo tratando de estar al día con los temas, pero la gestión real la hace el Decano.
Yo fui Vicedecana en dos períodos, de los decanos Aldo Brunetti y Giorgio Caranti. Dos físicos muy trabajadores, que no delegaban mucho. Yo me enojaba. Una vez, Caranti estaba engripado, no sé qué tenía. Entonces me decía: “Mirá Marta, yo mañana no voy a poder ir porque estoy engripado”, y yo estaba muy enojada con él porque no me tiraba cosas, es decir él no podía ir pero no me delegaba las tareas que él no podría hacer. Así que una vez recuerdo que le dije: “Mirá Giorgio, el cementerio está lleno de imprescindibles y el mundo sigue andando” (risas). No pasa nada.
¿Qué ha sido lo mejor y lo peor de pasar por la gestión?
Lo mejor: quizá haber estado en la gestación de la Licenciatura en Computación. Es un orgullo haber estado con gente tan buena y en un proyecto tan valioso. Todo el mundo busca lo mejor para la Facultad, pero claro, no todos coinciden en qué es lo mejor ni en la forma de lograrlo. En este tema mucha gente tenía una posición más conservadora y se oponía a la creación de esta carrera porque pensaba que le iba a cambiar el perfil a la Facultad. Pero yo creo que es de lo mejor que hicimos. Hoy esa carrera es un ícono dentro del país. Y creo que el perfil de la Facultad se vio complementado, fortalecido. Los profesorados también son algo muy bueno, para devolverle, darle a la sociedad algo de lo que recibimos en esa forma más directa.
¿Y lo peor?
Las peleas y empujones. He conocido agachadas de mucha gente, de gente que se apoyaba en una y después se daba vuelta. Toda esa cosa de la política nunca me gustó. Lo sufría personalmente. Me parecía que algunos amigos me traicionaban… esas cosas. Una vez fui a la oficina de un colega y se los dije así: “Vos me traicionaste”. Ni siquiera me dijo no. Pero bueno, eso es parte de hacer política universitaria.
¿Qué es lo que te ha dejado la investigación?
Tengo muchos trabajos escritos y publicados. He conocido gente muy buena. Mucha. Me surge mencionarlo a Tomás Godoy, un compañero de origen muy humilde y una brillantez apoteótica. Pero bueno, siempre me quedó la inquietud, ahora con el diario del lunes y que ya estoy jubilada, de que me hubiera gustado hacer cosas más aplicadas. Siento que quedé siempre demasiado en el aire, y todo eso que decimos de que: “Bueno, esta investigación, aunque no le veamos una clara aplicación inmediata, en algún momento va a servir para alguien”, yo sé, por supuesto, que sí, que siempre vale la pena investigar. Pero me hubiera gustado ver yo misma esa aplicación más concreta.
Con el diario del lunes, ¿qué es lo que no te permitió llegar a la aplicación?
Creo que deberíamos haber interactuado más con la ingeniería. Es como que la Universidad de Córdoba tiene una tradición bastante estanca, que se supera muy de a poco: los ingenieros con los ingenieros, los matemáticos con los matemáticos. Y eso que fuimos a dar clases a Ciencias Químicas, pero más que nada esa relación se da en docencia, pero proyectos de investigación con ingenieros hay muy pocos y ahí creo que hay una riqueza potencial enorme. Deberíamos interactuar mucho más porque ahí es donde se va a aplicar. Y no se daba mucho. Lo hemos intentado muchas veces y no es fácil. ¡No sé por qué! De hecho, hay poco tiempo disponible para esos intentos. El sistema científico te empuja mucho a publicar, publicar, publicar, publicar, y me refiero claro a papers científicos, porque después con eso vas a poder ascender. Es un imperativo constante, una presión cotidiana que se siente. El mismo método de evaluación que tenemos no nos da tanto tiempo a interactuar con otras gentes, otras disciplinas. Si sos “muuuy” capaz lo podés hacer, pero lo que se supone que tenés que hacer es publicar. Quizás en los últimos años haya más interacción, pero la presión por publicar creo que no ha disminuido.
¿Y la curva de aprendizaje para saltar a lo aplicado te incide mucho en esos tiempos?
Si. A mí me hubiera llevado mucho tiempo. Hay un grupo que hace matemática aplicada que quizás ellos si interactúen más. Hacen estadística y materias más aplicadas. ¡Pero bueh! Ya no tomé por esos rumbos y desde mi tema era muy difícil. Una vez que crucé el canal, hice lo que había que hacer para permanecer en carrera, y lo que había que hacer era viajar a Italia, publicar, tener alumnos que publiquen. ¡Ojo! Ahora hay una nueva Licenciatura en Matemática Aplicada, así que algunos cambios seguro hay respecto de este panorama.
Hablando de alumnos que publiquen, cómo ¿cómo fue esa experiencia de ser pionera y generar un nuevo espacio?
A mí me gustó. Me gustó porque cada uno generaba sus propias reglas. ¡No fui yo sola!Éramos un grupo que estábamos trabajando. Traíamos gente, organizábamos congresos; con los subsidios de la SeCyT adquiríamos computadoras, pagábamos la publicación en revistas internacionales. Gestionábamos lo que hacía falta para que los nuevos estudiantes tuvieran lo mejor.
¿Y cómo fue pasar de discípula a directora?
Es que no me puse en el rol de directora. Trabajamos mucho en conjunto. Nunca sentí que era yo la cabeza. Era trabajar en equipo. Hubo mucha gente que se sumó a eso. Trabajábamos mucho con el grupo de Roberto Macías en Santa Fe. Íbamos a las reuniones de la Unión Matemática Argentina, donde uno presenta los trabajos que ha hecho durante el año. Ahí nos encontrábamos con la gente de Santa Fe o de Buenos Aires. Para nosotros era una bocanada de aire fresco porque Córdoba es muy chico. En Argentina hay muchos grupos de la escuela de Calderón, no sólo en Córdoba. También en Buenos Aires, La Plata, Santa Fe, ahora Río Negro. Calderón sí que derramó.
¿Tuviste muchos doctorandos?
Uno solo. No tengo mucha formación de recursos humanos. Vino una época en que daba mucho puntaje en el curriculum guiar estudiantes, pero a mí no me gustaba meterme en ésa. El trabajo de Lucas Vallejos me gustó y si, lo dirigí. Pero eso de perseguir chicos desde tercer año para que estudien con uno, no era lo mío.
Después una chica de Santiago del Estero hizo el Magister conmigo, también en el área. Y Silvina Riveros, hizo el Trabajo Especial de Licenciatura conmigo. Después se doctoró con Macías y es quien está a cargo del Grupo en este momento.
¿Cuándo te retiraste?
2020, 2019. No sé. ¡No me acuerdo!
¿Hubo algún cambio importante en la enseñanza de las matemáticas?
Seguramente hubo un quiebre con la pandemia, como en todo. Pero hablando con mis amigos, parece que ya hubo una vuelta a la tiza y el pizarrón.
¿Y en cuanto a los problemas que se plantean?
No, no. Siempre hay problemas nuevos, pero no veo muchas diferencias. La matemática vive siendo problemática.
Y en esa dinámica, Si te dijeran: “Marta, qué problema querés trabajar, tenés todo lo que necesites”
Creo que lo que menos me costaría sería retomar los temas donde dejé. Lo que está haciendo Lucas Vallejos. Creo que ahí quedaron muchos cabos sueltos que podríamos atar. Pasa que yo ya largué todo y el sigue a su ritmo. El tema es Integrales singulares. Eso me gustaría. No me animo a la matemática aplicada. Tendría que aprender muchas cosas, y no tengo tiempo. Me parece que, si no lo hiciste de entrada, no es tan fácil. “Lo que Juancito no aprendió, Juan no aprenderá” (Risas). Quizás retomaría con Lucas. Insisto: No me gusta trabajar sola. Sólo debo tener dos o tres trabajos sola.
¿Y estos años qué has hecho?
Gimnasia, ahora me metí en un coro, soy abuela (se ríe). Hice dos o tres cosas con Lucas, pero éste último año ya no (2024). Él sigue a su ritmo, y claro, no creo que ya me necesite. Es solo un ejercicio de especulación.
Muchas gracias, Marta
¡A Uds! Y un gran abrazo para toda FAMAF, siempre en mi corazón.
¿Quién fue Alberto Pedro Calderón?
Alberto Pedro Calderón (1920–1998), nacido en Mendoza, fue un matemático argentino de relevancia mundial, considerado uno de los más destacados del siglo XX. Junto a su mentor Antoni Zygmund, fundó la influyente Escuela de Análisis Matemático de Chicago, cuyo trabajo revolucionó el análisis puro y tuvo profundas aplicaciones en áreas como la geofísica, la tomografía y el procesamiento de señales. Su obra abarcó desde integrales singulares hasta problemas inversos en prospección eléctrica, dejando una huella indeleble tanto en la matemática teórica como en su aplicación científica.
¿Quién es Fulvio Ricci?
El Dr. Fulvio Ricci es un destacado matemático italiano, especializado en análisis armónico y ecuaciones diferenciales en grupos de Lie. Se graduó en la Universidad de Pisa y obtuvo su doctorado en la Universidad de Maryland en 1977. Fue profesor en el Politécnico de Turín y desde el año 2000 se desempeña en la prestigiosa Scuola Normale Superiore de Pisa. Ha sido investigador visitante en instituciones de renombre internacional, incluyendo Princeton, Berkeley, y la Universidad Nacional de Córdoba.
Autor de publicaciones en revistas de primer nivel, Ricci es miembro de la Academia delle Scienze di Torino y de la histórica Academia dei Lincei. En reconocimiento a su colaboración con la Facultad de Matemática, Astronomía y Física, fue distinguido como Doctor Honoris Causa por la UNC en 2006.
Esta intervención no es clara
Alberto Pedro Calderón (1920–1998), nacido en Mendoza, fue un matemático argentino de relevancia mundial, considerado uno de los más destacados del siglo XX. Junto a su mentor Antoni Zygmund, fundó la influyente Escuela de Análisis Matemático de Chicago, cuyo trabajo revolucionó el análisis puro y tuvo profundas aplicaciones en áreas como la geofísica, la tomografía y el procesamiento de señales. Su obra abarcó desde integrales singulares hasta problemas inversos en prospección eléctrica, dejando una huella indeleble tanto en la matemática teórica como en su aplicación científica.
Ocurre que Calderón fue uno de los referentes mundiales en Análisis Armónico. Hay unos famosos operadores que se llaman Calderón-Zygmund, llevan su nombre. Con eso te digo todo. Él se había doctorado en Chicago. Y solía estar seis meses al año en Chicago, y los otros seis meses en Buenos Aires. En general estaba en Chicago, pero como tenía la mujer enferma en Buenos Aires, entonces venía. Justo me tocó esa época, en la que yo hacía el doctorado, entonces pude visitarlo.
En lo personal, ¿él, era difícil?
Me costó mucho romper el hielo, era un señor muy durito (hace gesto de rigidez), con gran fama mundial. Digamos que no tenía un trato muy cálido.
Y si bien digo, y lo repito, que fue un honor, había que ponerle garra. Si lo veo retrospectivamente, quizás te diría que no me dejó tanto como muchos creen. O que no aprendí tanto con él, porque en general estaba muy lejos. Sí aprendí a insistir con los problemas. Insistir, insistir hasta que me salió. Ojo, también estoy agradecida, como corresponde.
Contanos un poco qué es el Análisis Armónico...
Esencialmente, es un área que tiene las más grandes aplicaciones en la Física. Trata básicamente problemas oscilatorios, cuestiones relacionadas con ondas, por ejemplo. Las ecuaciones diferenciales que se presentan en la Física se resuelven muchas veces con técnicas de Análisis Armónico, desarrollando una función en Series de Fourier, por ejemplo, para buscar soluciones. Soluciones muy aproximadas, tan aproximadas como uno quiera, para las ecuaciones diferenciales de la Física. Esa es una de las principales aplicaciones que tiene.
¿Cómo llegaste a esa área?
Digamos que yo, en esa época, estaba muy influenciada por la política. En la Facultad se investigaba mucho lo que se llama Grupos de Lie, que es una rama súper teórica de la Matemática. Y a mí me parecía, sin juzgar por supuesto el trabajo de los otros, que tenía que buscar cosas aplicables a la vida real. Y me quedé a mitad de camino, porque ésto tampoco es matemática aplicada ¡Es tan dura como la otra! (risas). Creo que un poco fue eso. Por otro lado, la oportunidad de Macías que vino a dar su curso de posgrado en estos temas, y que me gustaron mucho. Y como frutilla de la torta, la oportunidad que se presentó de que me dirija Calderón. Allí te diría ya, que tenía pocas opciones. O hacía lo que se hacía en Córdoba, y lo que se hacía en Córdoba nunca me gustó mucho… o me iba al Análisis Armónico. Y allá fui.
Por otro lado, por mis circunstancias personales, no podía hacer el típico caminito de recibirme de Licenciada, aplicar a una beca e irme a Estados Unidos. Ni hablar de que eran épocas políticamente difíciles. Como te dije, cuando me recibí ya estábamos en dictadura.
Cuando volvió la democracia fue todo un trabajo enorme. En el Consejo Consultivo fue toda una tarea de rehacer reglamentos, reordenar todo. Todo un desafío, pero lindo. Volver a construir después de la tierra arrasada. Arduo, pero esperanzador al mismo tiempo.
¿Y puntualmente, cuál fue tu tema de doctorado dentro del campo?
Integrales singulares sobre superficies rectificables. ¡Fuaaa! No te dice mucho (risas).
También estuviste en contacto con un matemático italiano, Ricci
¡Sí! Fulvio Ricci. Después de haber hecho la tesis con Calderón vino una compañera de la Facultad, que había hecho contacto con Fulvio a través de Ronnie Kaplan. Kaplan era otro profesor de la Facultad. Vino él, Fulvio, a un congreso acá en Córdoba. Esa es otra de las grandes cosas de una Facultad como FAMAF, que te permite entrar en un circuito internacional de alto nivel. ¡Fulvio trabajaba en este tipo de temas y bueno, la verdad que era un capo! Muy bueno como docente, además, y nos entusiasmó para que fuéramos a Italia. A partir de ahí fuimos cuatro, o cinco veces, haciendo estancias de un mes, más o menos, con él. La mayoría de los trabajos que tengo son sugeridos por él. Fue importantísimo para mí. Más que Calderón. [2]
El Dr. Fulvio Ricci es un destacado matemático italiano, especializado en análisis armónico y ecuaciones diferenciales en grupos de Lie. Se graduó en la Universidad de Pisa y obtuvo su doctorado en la Universidad de Maryland en 1977. Fue profesor en el Politécnico de Turín y desde el año 2000 se desempeña en la prestigiosa Scuola Normale Superiore de Pisa. Ha sido investigador visitante en instituciones de renombre internacional, incluyendo Princeton, Berkeley, y la Universidad Nacional de Córdoba.
Autor de publicaciones en revistas de primer nivel, Ricci es miembro de la Academia delle Scienze di Torino y de la histórica Academia dei Lincei. En reconocimiento a su colaboración con la Facultad de Matemática, Astronomía y Física, fue distinguido como Doctor Honoris Causa por la UNC en 2006.
Cuando terminaste tu doctorado eras la única que trabajaba en el tema. ¿Qué hiciste?
Otra gente, compañeros míos, también comenzó a trabajar en estos temas. Fui un poco pionera en esa línea. Más Silvina Riveros que trabajó con Macías en Santa Fe. Élida Ferreyra trabajó con otra profesora también en Santa Fe; Sofía Paczka con Lami Doso, el hermano del Brigadier, en Buenos Aires. Y así se formó un grupo que se llama Ecuaciones Diferenciales y Análisis, en el cual trabajamos estos temas. Traíamos profesores visitantes, armamos congresos, se generó toda una nueva línea de trabajo, que se fue fortaleciendo.
¿En qué año se creó ese grupo?
Yo me doctoré en el ‘85, la otra gente más o menos en la misma época. Desde entonces.
Apenas después del regreso de la democracia y el trabajo en la gestión para reorganizar todo...[3]
Sí, así es. Y no te olvides que a partir de diciembre de 1983 el viejo IMAF, en el cual nos formamos, obtuvo el estatus de Facultad. Pasamos a ser Facultad de Matemática, Astronomía y Física (todavía no de computación). Una suerte de mayoría de edad dentro de la Universidad, pero que a su vez trae muchas obligaciones. Estuve varios años como Secretaria General, después dos años como Vicedecana, y muchas veces en el Consejo Directivo.
Y cómo manejabas todo eso...
Y más la casa, más los hijos (risas). En esa época estábamos muchas horas en la Facultad. Ahora, no se si por la pandemia, el home office, la computadora, la gente no va tanto. Pero antes vivíamos ahí. Yo llegaba a las nueve de la mañana y estaba hasta las seis de la tarde. Sí o sí tenía que tener quien me cuidara los chicos. Tenía que tener la vida doméstica solucionada. ¡El trabajo era a full!
Por eso, entre muchos otros motivos, me duele que ahora se ataque la Universidad Pública, que es excelente. Y siendo tan excelentes, no yo, sino todos mis colegas. ¡He conocido gente tan buena, pero tan buena! No puedo entender lo que pasa ahora.
¿Y cómo repartías tu energia entre la gestión, la docencia y la investigación?
Tenía días. Siempre trabajé con alguien, trabajé muy poco sola. Si era martes, por ejemplo, día de reunión de Consejo Directivo, bueno tenía Consejo y esa era la prioridad. Eran muchas horas las que estaba, alcanzaban para muchas cosas. Cuando fui Vicedecana, eso no me llevaba tanto tiempo tampoco. ¡Casi todo lo hacía el Decano! (risas). Vos estás ahí, vas a la reunión de Consejo tratando de estar al día con los temas, pero la gestión real la hace el Decano.
Yo fui Vicedecana en dos períodos, de los decanos Aldo Brunetti y Giorgio Caranti. Dos físicos muy trabajadores, que no delegaban mucho. Yo me enojaba. Una vez, Caranti estaba engripado, no sé qué tenía. Entonces me decía: “Mirá Marta, yo mañana no voy a poder ir porque estoy engripado”, y yo estaba muy enojada con él porque no me tiraba cosas, es decir él no podía ir pero no me delegaba las tareas que él no podría hacer. Así que una vez recuerdo que le dije: “Mirá Giorgio, el cementerio está lleno de imprescindibles y el mundo sigue andando” (risas). No pasa nada.
¿Qué ha sido lo mejor y lo peor de pasar por la gestión?
Lo mejor: quizá haber estado en la gestación de la Licenciatura en Computación. Es un orgullo haber estado con gente tan buena y en un proyecto tan valioso. Todo el mundo busca lo mejor para la Facultad, pero claro, no todos coinciden en qué es lo mejor ni en la forma de lograrlo. En este tema mucha gente tenía una posición más conservadora y se oponía a la creación de esta carrera porque pensaba que le iba a cambiar el perfil a la Facultad. Pero yo creo que es de lo mejor que hicimos. Hoy esa carrera es un ícono dentro del país. Y creo que el perfil de la Facultad se vio complementado, fortalecido. Los profesorados también son algo muy bueno, para devolverle, darle a la sociedad algo de lo que recibimos en esa forma más directa.
¿Y lo peor?
Las peleas y empujones. He conocido agachadas de mucha gente, de gente que se apoyaba en una y después se daba vuelta. Toda esa cosa de la política nunca me gustó. Lo sufría personalmente. Me parecía que algunos amigos me traicionaban… esas cosas. Una vez fui a la oficina de un colega y se los dije así: “Vos me traicionaste”. Ni siquiera me dijo no. Pero bueno, eso es parte de hacer política universitaria.
¿Qué es lo que te ha dejado la investigación?
Tengo muchos trabajos escritos y publicados. He conocido gente muy buena. Mucha. Me surge mencionarlo a Tomás Godoy, un compañero de origen muy humilde y una brillantez apoteótica. Pero bueno, siempre me quedó la inquietud, ahora con el diario del lunes y que ya estoy jubilada, de que me hubiera gustado hacer cosas más aplicadas. Siento que quedé siempre demasiado en el aire, y todo eso que decimos de que: “Bueno, esta investigación, aunque no le veamos una clara aplicación inmediata, en algún momento va a servir para alguien”, yo sé, por supuesto, que sí, que siempre vale la pena investigar. Pero me hubiera gustado ver yo misma esa aplicación más concreta.
Con el diario del lunes, ¿qué es lo que no te permitió llegar a la aplicación?
Creo que deberíamos haber interactuado más con la ingeniería. Es como que la Universidad de Córdoba tiene una tradición bastante estanca, que se supera muy de a poco: los ingenieros con los ingenieros, los matemáticos con los matemáticos. Y eso que fuimos a dar clases a Ciencias Químicas, pero más que nada esa relación se da en docencia, pero proyectos de investigación con ingenieros hay muy pocos y ahí creo que hay una riqueza potencial enorme. Deberíamos interactuar mucho más porque ahí es donde se va a aplicar. Y no se daba mucho. Lo hemos intentado muchas veces y no es fácil. ¡No sé por qué! De hecho, hay poco tiempo disponible para esos intentos. El sistema científico te empuja mucho a publicar, publicar, publicar, publicar, y me refiero claro a papers científicos, porque después con eso vas a poder ascender. Es un imperativo constante, una presión cotidiana que se siente. El mismo método de evaluación que tenemos no nos da tanto tiempo a interactuar con otras gentes, otras disciplinas. Si sos “muuuy” capaz lo podés hacer, pero lo que se supone que tenés que hacer es publicar. Quizás en los últimos años haya más interacción, pero la presión por publicar creo que no ha disminuido.
¿Y la curva de aprendizaje para saltar a lo aplicado te incide mucho en esos tiempos?
Si. A mí me hubiera llevado mucho tiempo. Hay un grupo que hace matemática aplicada que quizás ellos si interactúen más. Hacen estadística y materias más aplicadas. ¡Pero bueh! Ya no tomé por esos rumbos y desde mi tema era muy difícil. Una vez que crucé el canal, hice lo que había que hacer para permanecer en carrera, y lo que había que hacer era viajar a Italia, publicar, tener alumnos que publiquen. ¡Ojo! Ahora hay una nueva Licenciatura en Matemática Aplicada, así que algunos cambios seguro hay respecto de este panorama.
Hablando de alumnos que publiquen, cómo ¿cómo fue esa experiencia de ser pionera y generar un nuevo espacio?
A mí me gustó. Me gustó porque cada uno generaba sus propias reglas. ¡No fui yo sola!Éramos un grupo que estábamos trabajando. Traíamos gente, organizábamos congresos; con los subsidios de la SeCyT adquiríamos computadoras, pagábamos la publicación en revistas internacionales. Gestionábamos lo que hacía falta para que los nuevos estudiantes tuvieran lo mejor.
¿Y cómo fue pasar de discípula a directora?
Es que no me puse en el rol de directora. Trabajamos mucho en conjunto. Nunca sentí que era yo la cabeza. Era trabajar en equipo. Hubo mucha gente que se sumó a eso. Trabajábamos mucho con el grupo de Roberto Macías en Santa Fe. Íbamos a las reuniones de la Unión Matemática Argentina, donde uno presenta los trabajos que ha hecho durante el año. Ahí nos encontrábamos con la gente de Santa Fe o de Buenos Aires. Para nosotros era una bocanada de aire fresco porque Córdoba es muy chico. En Argentina hay muchos grupos de la escuela de Calderón, no sólo en Córdoba. También en Buenos Aires, La Plata, Santa Fe, ahora Río Negro. Calderón sí que derramó.
¿Tuviste muchos doctorandos?
Uno solo. No tengo mucha formación de recursos humanos. Vino una época en que daba mucho puntaje en el curriculum guiar estudiantes, pero a mí no me gustaba meterme en ésa. El trabajo de Lucas Vallejos me gustó y si, lo dirigí. Pero eso de perseguir chicos desde tercer año para que estudien con uno, no era lo mío.
Después una chica de Santiago del Estero hizo el Magister conmigo, también en el área. Y Silvina Riveros, hizo el Trabajo Especial de Licenciatura conmigo. Después se doctoró con Macías y es quien está a cargo del Grupo en este momento.
¿Cuándo te retiraste?
2020, 2019. No sé. ¡No me acuerdo!
¿Hubo algún cambio importante en la enseñanza de las matemáticas?
Seguramente hubo un quiebre con la pandemia, como en todo. Pero hablando con mis amigos, parece que ya hubo una vuelta a la tiza y el pizarrón.
¿Y en cuanto a los problemas que se plantean?
No, no. Siempre hay problemas nuevos, pero no veo muchas diferencias. La matemática vive siendo problemática.
Y en esa dinámica, Si te dijeran: “Marta, qué problema querés trabajar, tenés todo lo que necesites”
Creo que lo que menos me costaría sería retomar los temas donde dejé. Lo que está haciendo Lucas Vallejos. Creo que ahí quedaron muchos cabos sueltos que podríamos atar. Pasa que yo ya largué todo y el sigue a su ritmo. El tema es Integrales singulares. Eso me gustaría. No me animo a la matemática aplicada. Tendría que aprender muchas cosas, y no tengo tiempo. Me parece que, si no lo hiciste de entrada, no es tan fácil. “Lo que Juancito no aprendió, Juan no aprenderá” (Risas). Quizás retomaría con Lucas. Insisto: No me gusta trabajar sola. Sólo debo tener dos o tres trabajos sola.
¿Y estos años qué has hecho?
Gimnasia, ahora me metí en un coro, soy abuela (se ríe). Hice dos o tres cosas con Lucas, pero éste último año ya no (2024). Él sigue a su ritmo, y claro, no creo que ya me necesite. Es solo un ejercicio de especulación.
Muchas gracias, Marta
¡A Uds! Y un gran abrazo para toda FAMAF, siempre en mi corazón.
¿Quién fue Alberto Pedro Calderón?
Alberto Pedro Calderón (1920–1998), nacido en Mendoza, fue un matemático argentino de relevancia mundial, considerado uno de los más destacados del siglo XX. Junto a su mentor Antoni Zygmund, fundó la influyente Escuela de Análisis Matemático de Chicago, cuyo trabajo revolucionó el análisis puro y tuvo profundas aplicaciones en áreas como la geofísica, la tomografía y el procesamiento de señales. Su obra abarcó desde integrales singulares hasta problemas inversos en prospección eléctrica, dejando una huella indeleble tanto en la matemática teórica como en su aplicación científica.
¿Quién es Fulvio Ricci?
El Dr. Fulvio Ricci es un destacado matemático italiano, especializado en análisis armónico y ecuaciones diferenciales en grupos de Lie. Se graduó en la Universidad de Pisa y obtuvo su doctorado en la Universidad de Maryland en 1977. Fue profesor en el Politécnico de Turín y desde el año 2000 se desempeña en la prestigiosa Scuola Normale Superiore de Pisa. Ha sido investigador visitante en instituciones de renombre internacional, incluyendo Princeton, Berkeley, y la Universidad Nacional de Córdoba.
Autor de publicaciones en revistas de primer nivel, Ricci es miembro de la Academia delle Scienze di Torino y de la histórica Academia dei Lincei. En reconocimiento a su colaboración con la Facultad de Matemática, Astronomía y Física, fue distinguido como Doctor Honoris Causa por la UNC en 2006.
Esta intervención no es clara