Clases accesibles a todas y todos: un proyecto nacido en FAMAF

A fines del año pasado la UNC firmó un convenio con la Asociación Argentina de Taquígrados Parlamentarios (AATP). El proyecto, que contribuye a ampliar el acceso a estudiantes con dificultades físicas (no videntes e hipoacúsicos/as) tuvo su origen en nuestra Facultad, a partir de una charla informal luego de una sesión del Consejo Directivo.

“Las mejores acciones surgen de la planificación”, dice el refrán. Sin embargo, en ciertas ocasiones se inmiscuye una rara mezcla de azar y buenas intenciones. Como bien sabemos, en el ámbito de la Universidad las unidades académicas ejercen el cogobierno a través de las sesiones del Consejo Directivo. Una vez cada quince días se reúnen representantes de los distintos claustros para debatir y resolver diferentes asuntos. La información que allí se genera tiene un estatuto público y para darle tal cualidad se encuentra presente el taquígrafo. En FAMAF, desde hace años, ese rol lo desempeñan Roxana González y Víctor González.

A principios del año 2019, luego de una sesión del Consejo, Víctor se quedó conversando con Silvina Tordoya, responsable del funcionamiento administrativo del órgano especial de gobierno. “Indagué sobre la forma en que estaban resolviendo el acceso al cursado de estudiantes con discapacidades, porque desde la Asociación Argentina de Taquígrafos Parlamentarios (institución que Víctor preside) veíamos la necesidad de poder contribuir con nuestra tarea”, recuerda. En ese centro neurálgico que es la oficina de Silvina, donde siempre hay a disposición un cordial saludo y una dulce tentación en una pequeña fuente de caramelos, desfilan representantes de los distintos claustros y en sus manos los proyectos que hacen avanzar a la institución. Por ese motivo, Silvina conoce mucho de lo que se planifica y ejecuta día a día.

A través de esa vía, Víctor se enteró que Nesvit Castellano, en ese momento Secretaria Académica, junto a la psicóloga María Eugenia Vargas Ustares de la Oficina de Inclusión Educativa de nuestra SAE, estaban desarrollando un programa para mejorar el acceso a estudiantes no videntes a las clases que tienen lugar en FAMAF. Ese fue el puntapié inicial para la iniciativa que a fines del año 2021 se plasmó en la firma de un convenio específico entre la Universidad Nacional de Córdoba y la AATP. La Dra. Castellano sirvió de enlace con la Secretaría de Asuntos Estudiantiles de la UNC y luego, pandemia mediante, Víctor comenzó a elucubrar un proyecto que en su etapa inicial consistía en la transcripción o subtitulado de las clases dictadas. Una idea orientada a facilitar el acceso a estudiantes hipoacúsicos/as.

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También colaboró en el proyecto Luciana Benotti: dado que la iniciativa utiliza no solo la transcripción sino también la corrección sobre la traducción automática del audio. Benotti asesoró sobre el “estado del arte” en que se encuentra la Inteligencia Artificial en el área disciplinar en la que trabaja el proyecto, participando incluso de un conversatorio organizado por la AATP.

Por otra parte, este hecho habla de la visión dinámica de González respecto de las nuevas tecnologías que algunos de sus colegas consideran una amenaza para la labor del taquígrafo. A diferencia de ellos, Víctor las considera como un elemento a incorporar a un trabajo que no solo se ocupa de la transcripción del habla sino también de dar fe a determinados actos donde el carácter público es trascendental. Pero esa es otra historia.

Si bien a partir del convenio el proyecto empezó a contar con un reducido aporte económico, casi la totalidad del trabajo se realiza través de una red de voluntarios y voluntarias que constituyen un amplio arco de edades, roles, profesiones e incluso residencias: “hemos conformado un equipo de aproximadamente veinticinco personas, taquígrafos de distintos parlamentos del país y edades variadas: estudiantes, jubilados, abogados, contadores. Incluso el caso de una Licenciada en Química que dijo que quería participar ‘para devolverle algo de todo lo que la Universidad le había brindado’. También hay traductores y especialistas en lingüística; y no solo de Argentina, también hay una persona que reside en España y otra en Nueva Zelanda”. La dinámica es sencilla: la SAE les deriva las clases grabadas y de forma coordinada el equipo se pone a trabajar”.

En una segunda etapa, que se encuentra a punto de comenzar, se pretende trabajar para un público con dificultades de visión, pero por supuesto implica una modalidad diferente. “Es otra labor, se denomina audio descripción, desde la Asociación de Taquígrafos habíamos firmado un convenio con la Universidad Tecnológica que permitió a muchos colegas capacitarse en traducción audiovisual. Es en definitiva un nuevo campo en el que vamos a intervenir y que nos permite seguir colaborando”.

Víctor demuestra un profundo orgullo del proyecto que ha logrado motorizar y resulta evidente, en el énfasis de sus palabras, que desde su perspectiva la realización ad honorem ennoblece el esfuerzo realizado: “La gente se ha sumado dedicándole un tiempito durante la semana y lo hace con gusto, nadie ha buscado el tema económico como central. Incluso no hemos cobrado el monto otorgado desde la firma del convenio. La gente valora ver materializado su trabajo en la ayuda al otro”.

Si bien, en un primer momento, el relato de Víctor parece valorar fuertemente la idea de la iniciativa individual y el trabajo voluntario, hay una melodía de fondo donde resuena una canción diferente: una charla informal entre dos compañeros de trabajo, un grupo de gente que en el marco de políticas institucionales trabajan para incluir a todos y todas, miembros de un equipo que reconocen que el Estado les permitió ser quienes son y tratan de ampliar ese onda expansiva con sus propias acciones.

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“Hemos conformado un equipo de aproximadamente veinticinco personas, taquígrafos de distintos parlamentos del país y edades variadas

Víctor González